2006/08/08

Un guiño a Ismael


Serían la una y media de la noche, tras una larga jornada devanandome los sesos en el trabajo, intentando ampararme en que "eso" era lo que me hacía ser así.
Termine tarde como de costumbre, y la decisión crucial llegó justo en ese instante, decidir entre ahogar penas a base de etanol o irme a casa y hacer como que "veo la televisión".
Ninguna de las opciones me atraía lo más mínimo, y mi nivel de autoestima decrecia por momentos rozando limites inexpugnables hasta entonces desconocidos.
Finalmente el bar se me presentó como la opción "menos mala", y para alla me fui. Por aquel entonces trabajaba en una empresa bonaerense, bueno realmente en una sucursal de una empresa multinacional-chuparecursos, pero eso es otro tema. El tema de mi falta de moral lo tratare en otro momento.
Pues bien me dirigía al bar, con pasos lentos y quejumbrosos, temiendo que cuando la nube de humo me absorbiera no me soltaría de por vida. Me lo pensé, pero bueno ,al final entré. Costumbre mía, no se si mala o buena iba mirando continuamente el suelo, no me gustan las miradas, dicen que no es de hombres pero a mi me da igual. Con la barbilla apoyada en la corbata, y mis ojos en la barra, la voz de una amable joven (lo de amable lo supuse yo), me dijo: ¿Qué desea el caballero?
La frase analizada por una persona normal es algo común, pero cuando llegó a mis oidos me deprimió aún más, caballero...; en fin caballero dudo serlo, y el tono educado de respeto era el que se repetía hasta la saciedad en mi oficina. Así que me decidí, levante la mirada y mi cerebro hizo un amago de dejar de existir, mi corazón quería abandonar la caja torácica, y mis nervios me demostraron por fin que funcionaban.
Allí, estaba ella, jodida, radiandte, preciosa, detrás de la barra, pero no, no era la típica mujer-amor de primera vista, era algo "mas". Reprochandome mentalmente mi cursilería y haciendo acopio de toda la fuerza que me podía propocionar haber visto 5 veces los puentes de Madison(lo siento soy asi de especial), me lancé:
-Un zumo de tomate por favor.
Se adivino una mueca en su rostro, como una incredulidad que nacía de la imagen que se había formado de mi (una especie de perdedor alcoholico). Cuando me trajo la bebida y ahora intentando pronunciar las palabras deseadas le dije:
-Lejos de parecer vulgar, típico y extra edulcorado, me gustaría decirle que su sonrisa me esta impidiendo degustar las maravillas de este zumo.
-¿Y eso?. - me preguntó sonriendo aún más si cabía
-Por la sencilla razón de que jamás había visto a una mujer tan bella como ..en ese momento intente adivinar el nombre que se escondía en la chapa de su blusa, pero estaba demasiado oscuro y termine .... como usted, tan bella como usted.
-Titubea demasiado, digame ¿cómo se llama?- me preguntó
- Juan, me llamo... Juan
- Bien Juan, el nombre que buscabas en la chapa es Irene, y aunque me parece descabelladamente abrumador, si, me apetece quedar algún día contigo.(menudo salto, aquí reafirme mi teoría de que las mujeres son superiores)

Mis labios temblaban, era incapaz de procesar tan poca información. Pero acepté, bueno realmente asentí con la cabeza intentando que la baba no llegara a tocar el posavasos.
El resto de la historia está sacada de una película típica americana, aunque ella prefiera el cine francés. Resultó que ella, Irene, fue mi "ella" y mi complicación existencial pareció disiparse desde aquel día.
¿Por qué?
Porque ella estaba allí, radiante, y lo está, detrás de la barra y cerca de mí.

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